A un año del fallecimiento del reconocido académico e investigador regional, familiares y representantes del mundo académico, recordaron su trayectoria y aportes a la conservación del patrimonio cultural.
En una ceremonia íntima encabezada por su familia y desarrollada a los pies de geoglifos de Pintados, hoy se conmemoró un año de la partida del destacado artista e investigador Luis Briones, que dedicó su vida a la defensa, difusión y conservación del arte rupestre y del patrimonio arqueológico del norte de Chile.
Nació en Pedro de Valdivia, vivió su niñez en Pica y su juventud en Iquique. En Santiago estudió artes plásticas en la Universidad de Chile, además de arqueología. Desde 1974 vivió en Arica, donde fue nombrado como Hijo Ilustre. Este sabio de Pica fue profesor de la Universidad de Chile, sede Arica y luego profesor de la Universidad de Tarapacá. Desde ahí fue un formador de generaciones de arqueólogos y antropólogos, convirtiéndose en un maestro que siempre compartió sus conocimientos del desierto.
Con más de 60 años de aportes al conocimiento científico, Luis Briones es reconocido por comenzar con las primeras sistematizaciones de geoglifos. De esta forma, no solo abrió una línea de investigación posicionando a los geoglifos como un artefacto cultural a ser estudiado desde una perspectiva arqueológica, sino que instauró una metodología de registro, restauración y conservación sin precedentes, que sigue siendo utilizada hasta el día de hoy.
Lautaro Núñez, Premio Nacional de Historia, comenta que desde joven su primo Luis Briones se interesó por el arte prehispánico del norte de Chile y los vestigios arqueológicos. “Empezó a investigar varios sitios con petroglifos (figuras grabadas en piedra), pero rápidamente se interesó por los geoglifos (marcadas en los cerros), ya que se dio cuenta de los vínculos que tenía con estas icónicas figuras y los espacios donde él se había criado. Ahí va a literatura y constata que hay muy poca información publicada”, explica.
Desde entonces, Briones comienza un recorrido por el desierto que nunca dejó de sorprenderlo. “Con libreta en mano fue a senderos, valles y quebradas, y comienza a entender que los geoglifos estaban asociados a una gran movilidad en el desierto. Este mapa que empezó a entramar, finalmente, se tradujo en lo que hoy conocemos como ruta caravanera que conectaba a los pueblos prehispánicos”, sostiene Núñez.
“Él fue un pionero en el estudio de los geoglifos”, indica Juan Ignacio Boudon, director regional de CONAF y de Fundación Geoglifos de Tarapacá. “La puesta en valor de los geoglifos presentes en el norte y, en especial en nuestra región, se lo debemos a Luis Briones. Su trabajo y aporte a la conservación es invaluable; por ejemplo, la restauración de un panel de figuras en el sector de geoglifos Pintados de la Reserva Nacional Pampa del Tamarugal fue gracias a un equipo de profesionales liderados por él. Además, siempre fue un colaborador y una inspiración para avanzar en la efectiva protección de este arte”.
Esta entrega, se tradujo en la obtención del Premio Nacional de Conservación del Patrimonio Cultural de Chile, otorgado por el Consejo de Monumentos Nacionales. También recibió un homenaje de la Sociedad de Investigadores de Arte Rupestre de Bolivia.
“He caminado lo suficiente, ahora hay que publicar”, le dijo a su primo poco tiempo antes de su fallecimiento. A petición de la esposa de Briones, Ana Valetin, Lautaro Núñez está trabajando para publicar un libro que recoja su legado y últimos descubrimientos.
Sobre los apasionantes geoglifos que acompañaron su trayectoria, Luis Briones dijo en una de sus últimas entrevistas que “estas expresiones concentran la creatividad del ser humano… el problema es que no sabemos leerlos. Puede que sepamos cuándo lo hicieron, pero ¿qué significan?, es una incógnita que va a quedar para siempre”.