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La Apropiación Cultural en el Siglo XXI: ¿Una Idea Obsoleta?

Ene 14, 2025
La apropiación cultural es un concepto que ha generado intensos debates en las últimas décadas. Definida como la adopción o uso de elementos culturales de un grupo por parte de otro, especialmente cuando existe un desequilibrio de poder, ha sido objeto de críticas por perpetuar desigualdades y trivializar tradiciones. Sin embargo, en un mundo globalizado y profundamente interconectado gracias a la tecnología e internet, la funcionalidad y pertinencia de este concepto está siendo cada vez más cuestionada.
En un mundo donde las fronteras culturales se desdibujan, las interacciones entre tradiciones y costumbres son inevitables. La apropiación cultural se percibió inicialmente como una forma de colonización simbólica, donde las culturas dominantes «robaban» elementos de otras. No obstante, este enfoque puede no reflejar la realidad contemporánea. Hoy en día, el acceso masivo a la información y las plataformas digitales permite que personas de diferentes orígenes compartan y celebren elementos culturales con fines de aprendizaje, inspiración y conexión.
Esta interacción también crea nuevas manifestaciones culturales. Por ejemplo, la música, el arte y la moda son espacios donde las influencias transversales enriquecen las expresiones creativas. En este contexto, considerar cualquier uso de elementos culturales como «apropiación» podría limitar la evolución cultural y perpetuar la separación.
La tecnología e internet han sido fundamentales para redefinir la apropiación cultural. Plataformas como YouTube, Instagram y TikTok permiten la difusión de conocimientos culturales a escala global. Hoy, una receta tradicional puede ser compartida por un cocinero local y adoptada por millones en otros continentes. Asimismo, el uso de idiomas, vestimentas y estilos musicales atraviesa límites geográficos y sociales.
Este intercambio masivo de información también permite el reconocimiento de los aportes de las culturas originales, algo que era difícil en el pasado. Por ejemplo, los créditos y el respeto hacia las comunidades de origen son ahora fáciles de rastrear y exigir. Así, la tecnología no sólo democratiza el acceso, sino que también promueve la inclusión.
Algunas profesiones y oficios han sido objeto de críticas por supuesta «apropiación cultural», pero también son espacios de innovación y colaboración. Como ejemplos se deben considerar:
– Diseño de moda: Diseñadores de culturas dominantes que incorporan textiles o patrones tradicionales. Si bien hay denuncias de explotación, también existen casos donde colaboran directamente con artesanos.
– Gastronomía: Chefs que recrean platos típicos de otras regiones. Este proceso puede ser criticado como apropiación, pero también puede generar visibilidad y respeto hacia esas cocinas.
– Arte y música: La mezcla de géneros como el jazz, el reguetón o el K-pop, que se nutren de tradiciones diversas, ilustra cómo la hibridación crea nuevas formas de expresión.
– Antropología y estudios culturales: Profesionales que investigan y documentan tradiciones de comunidades distintas a las propias, contribuyendo al entendimiento global pero también enfrentando el reto de hacerlo con respeto.
– Lingüística y enseñanza de idiomas: La promoción y enseñanza de lenguas originarias o extranjeras, incluyendo la lengua de señas y el sistema braille, que pueden revitalizar culturas y garantizar la accesibilidad, pero también generar tensiones sobre el uso y la representación adecuada.
– Terapias y medicina alternativa: El uso de prácticas como el yoga, la acupuntura o la medicina herbal, muchas veces sacadas de su contexto original, plantea preguntas sobre apropiación y respeto hacia sus raíces.
– Espiritualidad y esoterismo: La adopción de rituales, lecturas del tarot, creencias o filosofías de otras culturas, como la meditación o el uso de elementos sagrados, es un ámbito particularmente debatido en términos de respeto y autenticidad.
La libertad cultural implica un enfoque en el intercambio y la colaboración, dejando atrás el egoísmo que conlleva la apropiación cultural como concepto restrictivo. En lugar de centrar el debate en «qué no se debe hacer», podríamos enfocarnos en «cómo hacerlo» con respeto y gratitud.
Esta perspectiva reconoce que la cultura es dinámica y que su evolución depende del contacto entre diferentes tradiciones. Promueve un modelo donde las comunidades son partícipes activos en el uso de sus propios elementos culturales, beneficiándose económica y socialmente de su difusión global.
Reflexionando, todo lo que he expuesto, es importante considerar que en un mundo hiperconectado, la apropiación cultural pierde funcionalidad como herramienta de crítica y se convierte en un freno al intercambio cultural. La tecnología y el internet han abierto puertas para un entendimiento más profundo y un respeto más amplio entre culturas. Al dejar de lado el egoísmo, la libertad cultural emerge como una solución inclusiva y enriquecedora para todos los pueblos, celebrando la diversidad como un recurso común.
Juan Carlos Hernández Caycho
Experto en Derechos Humanos, Sociedad y Educación
Consejero Regional FFOIP de Tarapacá
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